lunes, 20 de agosto de 2012

Titanic :)



Allí estaba yo, en el mejor transatlántico que se había construido hasta 1912. Me hallaba en el Titanic. Ni siquiera sabía como había logrado llegar hasta allí.
Tal vez, hubiese sido por mi talento con el violín, o tal vez, habían sido mis innumerables súplicas al director de la orquesta de primera clase. Esa noche, iba a tocar el violín para toda la primera clase, junto con el resto de la orquesta. Y él, iba a poder verme en primera fila. Todo había sido gracias al chico al que amaba y que gracias a todo también el me amaba.
Ambos habíamos decidido mudarnos a Estados Unidos para cumplir nuestros sueños. Él convertirse en un actor y el mío convertirme en una prestigiosa violinista y conseguir el dinero para montar una escuela de música en Nueva York.
De momento, creo que ambos íbamos por el buen camino para cumplirlos. Yo no estaba oficialmente contratada por la orquesta, pero gracias a mis insistencias al director, a que me encontraba en primera clase, y a que poseía un violín Stradivarius pude incorporarme sin apenas problemas.
Los únicos fallos que tenía este trabajo, era que por no pertenecer oficialmente a la orquesta me pagaban menos que al resto, que perdía de estar con él un 70% de las noches y que las noches que tenía que tocar debía cenar demasiado pronto, para luego que me pudiesen vestir, arreglar y maquillar.
Esa tarde, a penas había movimiento en el mar, fue, una tarde muy tranquila. A las seis de la tarde más o menos, vino una mujer del servicio que me dijo que debía asistir a la cocina para cenar.
Will (como yo llamaba a William, mi futuro esposo) decidió acompañarme para que no cenase sola.
Cuando acabé de cenar Will y yo nos despedimos con un beso en los labios, y Hanna (mi ayudante de cámara) me acompaña hasta mi camarote para hacerme perfecta.
Después de darme un buen baño, Hanna arregló mi pelo, lo recogió en un precioso moño que adornó con pequeñas florecillas color perla, después me puso el vestido sin dejarme verlo, debido a que según ella, no debía verme el vestido hasta que estuviese lista.
Me puso encima una especie de bata, y comenzó a maquillarme.
Primero aplicó una base algo más morena que mi blanco natural de piel, después un poco de colorete, y poco a poco mi cara fue cambiando. Mis ojos azules, destacaban por un brillante contorno color negro sobre la parte superior del ojo, y mis labios en vez de ser de color rosado se tornaron de un rojo carnoso.
En ese momento, me puse de pie y Hanna dejó caer la bata que me había colocado. Estaba frente al espejo y me quedé sin palabras. Un vestido negro ajustado con cuello de barco y manga larga permitía admirar mi figura y a la vez, me permitía tocar el violín perfectamente.

Aún estupefacta por mi apariencia oí que llamaban a la puerta. Y como supuse, era Will. Venía con una perfecta sonrisa y un traje de chaqueta.
-Mi Lady- dijo con una sonrisa- Me gustaría preguntaros algo… si no supone una molestia para vos- dijo feliz.
-Me encantaría que me preguntaseis lo que quisierais Sir William.- dije feliz con una sonrisa, y divertida al haberle otorgado un título nobiliario a mi pequeño Will, que solo tenía 24 años.
-Helena Smith, me gustaría preguntarte oficialmente…- me preguntó mientras se arrodillaba ante mí y me ofrecía un anillo de oro blanco con diferentes cristales de swaroski en la parte superior, sobre una lámina en forma de óvalo.-Si, querías casarte conmigo, ya se que estaba medio anunciado… Pero quería que fuera en condiciones, porque… Te amo.
-Por supuesto- exclamé emocionada, pensaba, que ese sería el mejor día de mi vida, pero, en ese momento, no sabía que, el que hubiese sido el mejor día, también pudo ser el peor.
También me entregó un collar de perlas, que, contenía un pequeño corazón con dos fotografías en blanco y negro, ambas nuestras sonrientes… en la parte de fuera del corazón podía leerse “Para siempre” y en la de atrás eternamente.
Me dispuse a salir del camarote para reunirme con la orquesta, sonreí, era feliz, como nunca lo había sido. En cuanto acabase el concierto, iría a la cabina de telégrafos y mandaría un telegrama a casa; y cuando llegase a Nueva York y tuviésemos algo de dinero podríamos contratar un fotógrafo para que nos hiciese fotos para después poder mandarlas a Londres.
Eran las ocho de la tarde, y yo debía reunirme con el resto de la orquesta para tocar unas obras, Will me prometió que iba a encontrarse cerca de mí, y de hecho, ahí estaba él, en la primera mesa oyéndome tocar como si fuese la mejor violinista del momento, como si fuese la única persona en el mundo, parecía hipnotizado por el moviendo de mis manos sobre el violín. Cuando de repente, a las once y media pasadas más o menos, se oyó un choque, todo el mundo se alarmó y salimos al exterior, Will se colocó a mi lado y se empeñó en no abandonarme en toda la noche.
El director de la orquesta, nos dijo, que debíamos salir al exterior y no dejar que cundiese el pánico con nuestra melodía. El fresco de la noche se transformó en frío lentamente, yo tiritaba y Will me dio su chaqueta, me dio un beso en los labios y me dijo “Nunca dejes de tocar, si el barco se hunde, nunca dejes de tocar, yo estaré allí donde tu estés, tu solo preocúpate por tocar, si alguien oye tu violín, sabrá que estas viva y vendrá a por ti y podrás salvarte.”
Toda la orquesta seguía tocando, aunque nadie nos decía el qué tocar todos comenzamos a tocar “Nearer my God to Thee”.
De repente, el frío comenzó a hacerse insoportable, notaba que se me helaba la sangre, y yo quería parar de tocar, pero oía la voz de Will pidiéndome que no parase.
Cuando, de repente, dejé de oír su voz, oí como se alejaba de mí, y decidí que yo debía dar señales de vida y comencé a tocar el violín con más energía de la que creía que tenía. Sentí al Titanic rompiéndose y no tuve más remedio, que seguir tocando, pero ahora me encontraba en una tabla de madera sobre el mar a la deriva.
Cuando, me di cuenta, de que ya no podía más, el frío hacía que mi respiración resultase muy difícil recordé su voz, sentía que iba a desfallecer, pues no me quedaban fuerzas ni para respirar. Entonces, en ese momento, oí que un bote salvavidas se acercaba a mí, pero no podía seguir tocando, mis manos se detuvieron, y el violín cayó al mar sin remedio alguno. Todo quedó oscuro, y oí su voz, a Will diciéndome, que siguiera luchando que me quedara con él, pero, yo no podía, quería decirle que le amaba, pero no tenía fuerzas, sentí las frías aguas sobre mí y supe que mi final había llegado.
En ese instante en el que las fuerzas me abandonaron solo tuve en mi memoria, como el mejor día de mi vida se había transformado en el peor… Pensé en mis sueños, que ya nunca cumpliría, pensé en Will, y en que lo iba a echar de menos, porque, ya no estaría más conmigo…
Pero sobretodo pensé en mi sueño perdido por el mar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario